Vistas de página en total

viernes, 30 de enero de 2015

Quien me diría a mí, que un plan improvisado este pasado sábado 24 de enero, saldría tan bien! Asistí a “MI PRIMERA CLASE DE SALTO”.


Recuerdo que fue en Septiembre cuando de casualidad me hablaron de la existencia de la Escuela de Salto. Lo que oí al respecto, junto con experiencias de amigos y conocidos hizo que me picará la curiosidad. Hasta el pasado fin de semana no había podido asistir, pero… con los ánimos y comentarios positivos de muy buena gente que he conocido, y tras encontrar un huequito en la agenda, pude asistir a MI PRIMERA clase.

En mis experiencias personales, casi siempre los planes de última hora e improvisados son mis preferidos y suelen ser los que más disfruto. Y como no podía ser de otra manera, éste también lo fue. Tan a última hora lo pensé, que apenas fui preparada (sin mochila, sin chubasquero, sin ropa muy apropiada…) JAJAJA a lo loco, así que si alguien se plantea comenzar las clases y me aceptan un humilde consejo NO hagan como yo. Tomen nota: creo que un “Kit imprescindible” para ir a salto sería: mochilita con agua, chubasquero por si nos llueva o serena y ropa gastadita que no nos importe estropear o manchar.

Mi experiencia ha sido SUPER POSITIVA. La verdad que era (y aún lo soy aunque permítanme decir que un poquitín menos), muy ignorante de todo lo que podía conllevar el salto (su técnica, su utilidad, etc), y reconozco que me ha ENCANTADO. Me ha parecido SUPER interesante, divertido y sobre todo alucinante pensar en la gran herramienta de trabajo que ha podido ser para quienes lo inventaron. Como les facilitó y sigue facilitando la andadura por los rincones vertiginosos de las islas. No era consciente de ello hasta que lo probé.

Pensé que una persona como yo, con cierto vértigo a las alturas sería incapaz si quiera de una toma de contacto. Pero tal y como me habían garantizado, créanme que se puede.

En este blog, ante todo quiero reflejar mi agradecimiento por la acogida y predisposición de los compañeros. Nada más llegar al punto de encuentro, fui muy bien recibida. Al llegar al local ya se encontraban algunos de ellos y minutos más tarde ya estaba todo el equipo al completo. Saludos, presentaciones, preparativos y casi sin darme cuenta en unos 15 minutos ya estaba montada en la furgo camino a comenzar.

Para estrenarme, creo que tuve un marco precioso, Rojas, La Matanza. Para mí ha sido un lugar de reciente descubrimiento (apenas este Verano 2014), y me encantó que fuéramos en esa dirección porque me gusta muchísimo el lugar. La ladera estaba preciosa, muy muy verde y de frente y a los lados unas vistas magníficas: el mar, paisaje costero hasta la isla baja y el Teide dominante.

Todo salió rodado, aparcamos coches, lanzas al hombro y cogimos senderito. En un principio, se pensó en dividirnos en dos grupos, para que aquellos con más experiencia fueran por una ruta más adecuada a su nivel, pero finalmente todos hicimos piña y fuimos por la misma. Al comienzo y sobre la marcha algunas instrucciones básicas y “pa´lante”. Siempre en muy buena compañía, con Fran a mi vera como profesor y orientador en el salto, fui tanteando en qué consistía esto. Tocando la lanza con el mayor cariño y respeto del mundo para que ella me correspondiera de la misma forma, fui experimentando mi primer día en Salto: que si codo arriba, brazo atrás, poner el peso sobre la lanza, frenar con las manos, etc (buff madre mía la cosa parecía complicada, y lo es. Tiene su técnica pero creo que como todo es practicar y practicar y poner empeño)

Si he de poner nota a la experiencia, sería un SOBRESALIENTE. Me ENCANTO!!! … Ha sido toda una aventura.

Aparte, en mi opinión creo que no pude tener mejor comienzo, un poquito de todo: Primeras tomas de contacto con la lanza, primeros pequeños saltos, primeras explicaciones, primeros errores,… Hubo lluvia o bueno, más bien un sereno, un poquito de aceite para la lanza, ropa mojada… Y cuando de vez en cuando tomaba consciencia de donde estaba y lo que hacía, me permitía el lujo de levantar la cabeza del terreno y disfrutar de las maravillosas vistas. JAJAJAJAJA!! Iba tan concentrada en atender a las explicaciones y hacerlo bien (los consejos de Fran, Petri, los ánimos de los compañeros…) que me olvidaba que estaba bajando por la ladera y ni contemplaba las vistas. Quien me diría que iba a estar como una cabra saltando por Rojas.

Y, como remate final a la faena, al llegar a la costa practicar los saltos con la ayuda de Petri y Enrique. Tarde completa.

Así que nuevamente GRACIAS a todos por este comienzo tan BUENO. Espero poder seguir teniendo tiempo para posteriores ocasiones. MIL GRACIAS por el aprendizaje, la predisposición y la buena compaña.

Se despide, una HUMILDE NOVATA!! Que no sólo se ha estrenado en el salto, sino que esta experiencia ha servido para también estrenarme publicando en un BLOG.



GRACIAAAAAAS!!!

Sandra

lunes, 19 de enero de 2015



SABADO 17 DE N ENERO, POR LAS LADERAS DEL ANCÓN



Como bien se refleja en el título que precede, sábado 17 de enero, día en el que me tocó hacer la crónica para los seguidores del blog del Tagoror Chiregua. Qué responsabilidad la que he metido en mi mochila -parece que ahora pesa un poquito más-, y sin ni siquiera empezar a realizar el calentamiento que nos preparase a la ruta del Ancón, que según decían los entendidos que esos lugares ya habían transitado, requiere de mucha maña para acometerla sin riesgos innecesarios.



   Enrique parece que no teme a que “los nuevos”, no por edad y sí por inexperiencia, descendamos por unas laderas de cautivadoras vistas que merecen unas paradas para realizar fotografías mentales, que quedarán guardadas en nuestra retina con el mismo entusiasmo con el que se reciben presentes  el día de Reyes. Su rostro parece demostrar lo dicho, y si no, disimula bien.



Petri, sí. Como experimentada educadora, piensa que la asimilación del movimiento, llamados por otros patrón motriz de la actividad física, no está adquirido. Nuestras experiencias anteriores son escasas y quizás no estemos aún preparados para afrontar esta ruta.


Si les soy sincero, no sé qué razones habrán puesto en la balanza para decantarse por el Ancón, pero ella salió, y yo, agradecido. El disfrute de esta tarde de sábado recompensa el trabajo y quebraderos de cabeza de la semana.




   Los compañeros que pertenecen al Tagoror desde años anteriores toman la cabeza del grupo, y con su demostrada habilidad sortean los escollos que pone el camino, y será que uno estaba más pendiente al suelo que a otra cosa, que nada más comenzar les pierdo de vista. Pero sin preocupaciones, nada que un buen  silbido no pueda arreglar. Me sorprende la verticalidad de la ladera, y por ende, que si me metiese un lomazo, dónde carajo iría a parar. Pero bueno, debe ser que algún mecanismo de defensa poseemos los saltadores -y aquí me arrayo un millo- que aparca de inmediato el temor y lo suplanta por la ilusión de disfrutar de lugares que si no fuera por la ayuda de la lanza serían  imposibles de transitar. Y gracias a eso, pues algunos pasos hay que hacerlos con pie firme y con los ojos bien abiertos para no caer, aunque tengo que confesar, que mis posaderas tocaron tierra en una ocasión, pero entre que ya por naturaleza vienen bien acolchadas y que rápido de mente echo la culpa al barro adherido a mis botas, a levantarse, cabeza bien alta, y a seguir... cómo todo en la vida amigo Dani.
 







   Por cierto, Petri no me vió, estaba custodiando a Marta en la primera mitad trayecto, la consanguinidad hace aumentar su responsabilidad. En la segunda mitad, todo a ojo de buen cubero, claro está, le tocó vigilar las torpezas de uno. Y ha de ser cosa de los años, cada vez cuesta más corregir los errores cometidos. Pega la lanza Raúl, levanta la pierna izquierda Raúl, flexiona al caer Raúl, cuidadito con las cuerdas de la mochila Raúl, frena con las piernas que te revientas los brazos Raúl... pero debe ser que estoy, como dicen los más jóvenes que yo, flipando, o quizás, que estoy inventando un estilo propio. Pero bueno, todo se andará.





Salto a salto y bastoneo a bastoneo, llegamos al final del descenso, y allí frente a unas huertas de viñas malvasía y que se han plantando recientemente practicamos los saltos en varias ocasiones, hasta que la luz nos lo permitió. Ah! Antes de que se me olvide, felicidades por los que apuestan por la agricultura, cuándo esas huertas produzcan fruto han de ofrecer una maravillosa imagen. Unos más arriba, otros más abajo, disfrutamos de saltos, corregimos fallos y, por la parte que me toca, admiré a los que ya saltan a regatón muerto, ojalá algún día lo haga tan bien como ellos.

De regreso a la sede cayó la noche y la caja del gofio se abrió. Excusa perfecta para echarse la previa en el Restaurante San Diego, y luego, remate en La Perdoma. El buen vino del guachinche la Era del Marqués pareció calentarnos el pelete que hacía -ni frío podía llamarse aquello-, cuando salí del local la temperatura había subido un par de grados. El buen comer y la grata compañía producen estos efectos beneficiosos al cuerpo. Y así concluye la jornada, con la charla de regreso de un  realejero y un  ramblero con los papeles cambiados... El del realejo con casa en San Juan de la Rambla y el ramblero con casa en Los Realejos, las vueltas que da la vida.

( Raúl)